Por Catherine L'Ecuyer
La Belleza se encuentra en el lugar en el que menos esperamos encontrarla. Que le pregunten a Kelly Hampton.
Kelly
Hampton está casada, tiene dos niñas, es bloguera y fotógrafa. Antes de
tener a su segunda hija Nella, reconoce haber tenido una vida muy
fácil. Según ella, lo más doloroso hasta entonces había sido tener a su
marido de viaje más de un día.
A
punto de dar a luz a Nella, rodeada de sus amigas y de sus familiares,
pasó lo que nunca jamás se hubiera podido imaginar. En el momento en que
nace Nella, se la acercan y recuerda: “Al minuto de verla, vi
claramente que tenía Síndrome de Down, y nadie más lo sabía. La cogí y
lloré, buscando en la sala de parto para encontrarme con la mirada de
quién me diría que no lo tenía. (…) Lo único que recuerdo es su cara.
Nunca olvidaré mi hija en mis brazos, abriendo sus ojos, una y otra vez…
nuestros ojos se encontraron, su mirada fija… hizo agujeros en mi alma.
“Quiéreme. Quiéreme. No soy lo que te esperabas, pero por favor,
quiéreme.” (…) Ese momento fue el más determinante de mi vida. Ese fue el inicio de mi historia.”
Kelly
tiene un blog, “Enjoying the Small Things”, en el que cuenta su
experiencia. En poco tiempo, el blog recibió más de 27 millones de
visitas.
Kelly dice haber aprendido que la belleza se encuentra en el lugar en que menos esperamos encontrarla, también en la imperfección. “Miro
a mis hijas con asombro, entendiendo que el crecimiento de esas
minúsculas células en seres extraordinarios que respiran, se mueven y me
alcanzan son un milagro. Ellas son un regalo.”

La historia de Kelly puede ayudarnos a purificar la mirada que tenemos hacía nuestros hijos.
Son ellos mismos, con sus defectos, con sus fortalezas, con sus
limitaciones. Son ellos mismos, necesitados para su buen desarrollo, de
un amor incondicional, de una acogida desinteresada. No hay niño a la
carta. No hay niño hecho para recorrer carreras cumpliendo con "hitos".
No hemos de verlos como potenciales Einsteins, o Messis. El único niño
que puede ser Einstein, es Einstein. No tenemos idea del daño que hace la búsqueda del niño "perfecto".
En el nacido como en el no nacido, pues ambos fenómenos beben de la
misma fuente y se refuerzan uno al otro. Cada niño es único, digno e
imperfecto, como sus padres. De la conciencia y de la aceptación de la
imperfección propia y ajena brota la compasión, la comprensión y la
humildad, valores que desgraciadamente hoy en día suscitan
condescendencia, en vez de provocar admiración. Esa comprensión no quita
que tengamos que buscar la excelencia propia y ajena en la medida de lo
posible y según el ritmo de cada persona y etapa de la vida y educando a
nuestros hijos exigiéndoles... Pero partiendo de lo que pide la
naturaleza de las personas, no de lo que queremos nosotros que sean,
inspirados por un ideal de perfección obsesiva y excluyente, y a través
de métodos mecanicistas y conductistas que empequeñecen los horizontes
de la razón tanto del educado como del educador.
Cada
día, y muy especialmente en estos días en que pasamos mucho tiempo con
nuestros hijos, tendremos la oportunidad de encontrar Belleza en el
lugar menos esperado cuando se equivocan y nos preguntan con la mirada:
“Quiéreme. Quiéreme. No soy lo que te esperabas, pero por favor,
quiéreme.”
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Kelly con su hija, Nella |
Fuente:
http://apegoasombro.blogspot.com.es/2012/12/la-belleza-se-encuentra-en-el-lugar.html?m=1