La cabeza de un hombre es una bola de cristal a los ojos de las mujeres. Científicos de Chicago teorizan que el careto trona al subconsciente las cualidades de mengano. Los rasgos aniñados reverberan aprecio a los críos y raigambre familiar. Las que postergan el compromiso afectivo persiguen a los rabiosamente masculinos, ricos en testosterona.
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