dilluns, 4 de gener del 2010

Clitoris-Wikipedia

Clítoris

El clítoris es el órgano eréctil que se encuentra en la parte superior de la vulva de la mujer. Etimológicamente clítoris en latín significa Llave.

Anatomía

Está unido a los labios menores y recubierto parcialmente por éstos. De hecho, habitualmente son sólo visibles el capuchón y el glande del clítoris, que se hallan en la parte superior de los labios menores, y que forman apenas una décima parte del volumen total del clítoris.
Cuando las células de la cara interna del prepucio del clítoris se descaman y hacen la degeneración grasa que les caracteriza, forman el esmegma, como en el caso masculino. La higiene habitual impide que éste se acumule. Si lo hiciera, produciría irritaciones y adherencias, como sucede, de hecho, en los casos de fimosis del clítoris.
En él se concentran los nervios que producen placer sexual en la mujer. En efecto, este órgano no tiene otra función conocida hasta el momento que la de causar placer de tipo sexual a la mujer, por lo que en algunas sociedades del continente africano se practica la mutilación sexual de las mujeres: la ablación de clítoris consiste en su mutilación antes de que las jóvenes lleguen a la menarquia para tratar de impedir que conozcan el placer sexual.
Véase también: infibulación

Tamaño

El clítoris en toda su longitud puede llegar a tener un tamaño de 10 a 13 cm, mientras que el glande clitoriano mide entre 3 y 4 mm de ancho y 4 y 5 mm de largo (en estado de reposo) mientras en erección puede alcanzar los 1 a 1.5 cm de longitud en la mujer promedio. La parte visible del clítoris es el glande y es extremadamente sensible a la estimulación directa en la mayoría de mujeres, prefiriendo la estimulación indirecta a través del prepucio o capuchón clitoriano, el glande constituye solo la octava parte de todo el clítoris.

Desarrollo

En el desarrollo embrionario, hay una fase en que ambos sexos son indistinguibles. El desarrollo del clítoris y los órganos sexuales externos de la mujer comienzan a partir de la 7ª semana de la vida embrionaria. El clítoris se desarrollará a partir del tubérculo genital análogo al glande del hombre.
En fases muy tempranas, el clítoris realmente parece un pequeño pene, pero, gracias a la acción de las hormonas maternas, adquiere su localización —anterior a la uretra— y tamaño, más pequeño que en el varón.
Una malformación relativamente común es la masculinización de los órganos sexuales femeninos externos, y en especial el clítoris, que se vuelve de un tamaño mayor.

Historia de su descubrimiento

El término clítoris procede del griego antiguo κλειτορίς (kleitorís), que fue reintroducido sin cambios en el Renacimiento. El primer médico antiguo en haberlo nombrado fue Rufo de Éfeso (siglos I-II d. C.). Además, se sabe que en griego existía un verbo derivado: κλειτοριάζω (kleitoriázō), que significaba "acariciar(se) el clítoris para producir placer".
La literatura médica moderna menciona por primera vez la existencia del clítoris hacia el siglo XVI, aunque hay disputas sobre el momento exacto. Renaldo Columbus (también conocido como Mateo Realdo Colombo) fue un profesor de cirugía en la Universidad de Padua, en Italia, y publicó en 1559 un libro llamado De re anatomica, en el que describió "la sede del placer femenino". Columbus concluyó que "como nadie ha descubierto estos detalles y su propósito, si se permite que le dé nombres a cosas que descubro, debería ser llamado 'el amor o dulzura de Venus'."
La aseveración de Columbus fue rechazada por su sucesor en la universidad, Gabriele Falloppio (descubridor de las trompas de Falopio, actualmente denominadas tubas uterinas), que se adjudicó el ser el primero en descubrir el clítoris. En el siglo XVII, el anatomista holandés Caspar Bartholin (véase glándulas de Bartolino) rechazó ambas pretensiones, diciendo que el clítoris ya era ampliamente conocido por la ciencia médica desde el siglo II.
Durante la época victoriana del siglo XIX, las mujeres que padecían de problemas uterinos, hormonales o emocionales eran diagnosticadas con una supuesta enfermedad llamada histeria femenina, la cual no tenía remedio y solo podía ser aminorada por medio de masajes de clítoris (equivalentes a lo que hoy en día reconocemos como masturbación).[2] Los médicos manipulaban la vulva de la "paciente" hasta que esta alcanzaba el orgasmo, momento en que se aplacaban los síntomas de su mal. La lista de síntomas asociados con este mal era tan larga que llegó un momento en que el número de casos se convirtió en una epidemia; casi cualquier dolencia leve podía servir para diagnosticar histeria,[3] . Cabe notar que muchos de esos síntomas -por ejemplo la pesadez abdominal, la "lubricación vaginal excesiva" y la conducta lujuriosa- serian reconocidos hoy en día como indicios de frustración sexual.
El famoso ginecólogo William Masters y la trabajadora social Virginia Johnson (conocidos popularmente por sus dos apellidos juntos: Masters y Johnson) son considerados pioneros del estudio de la respuesta sexual humana; ambos efectuaron extensos estudios sobre el clítoris.
En los años 1970 la palabra clítoris era considerada ofensiva en los medios de comunicación estadounidenses, pero en los últimos años ha desaparecido de la lista de palabras tabú.
Se cree que el primero que usó la palabra clítoris en la televisión fue el doctor Rich O'Brien, un colega de Harvard de Garabedian, durante el programa conducido por la doctora Ruth Westheimer.
En algunas culturas africanas se practica la infibulación o la ablación (mutilación total o parcial) del clítoris a una edad muy temprana, para evitar que las mujeres conozcan el placer sexual y el orgasmo. Esta práctica es considerada, en esas culturas, parte de un rito de iniciación a la pubertad que se supone protege la virginidad de las mujeres y asegura que vivirán en castidad hasta el matrimonio. Pero, para otras sociedades, creencias o culturas se trata de una forma de discriminación hacia la sexualidad de la mujer.

¿Cómo seremos dentro de 20 años?

¿Veinte años no son nada? Basta ver cómo éramos en 1990 para comprobar que muchas cosas pueden cambiar en muy poco tiempo.
¿Cómo será el mundo dentro de dos décadas? Hemos preguntado a unos expertos su visión. El pronóstico no tiene por qué cumplirse, pero vamos a imaginar, por unos instantes, cómo será nuestra vida. ¡Bienvenidos al 2030!
El primer punto que se menciona es que La mujer será el eje de la familia.

diumenge, 3 de gener del 2010

El 40% de los españoles no usó protección en su primer coito

El 40% de hombres y mujeres españoles no utilizó ningún método anticonceptivo en su primera relación sexual. Además, otro 25% afirma que no fue necesario ya que no consumó el coito y realizó otro tipo de prácticas, como la masturbación o el sexo oral, aunque con esta última también se pueden transmitir algunas enfermedades sexuales. Entre los que sí tomaron precauciones, entorno al 8% dice que optó por "la marcha atrás", un método que ni protege de las enfermedades de transmisión sexual ni, en muchas ocasiones, de los embarazos no deseados. La Encuesta de Salud Sexual en España 2009, elaborada por el Ministerio de Sanidad a través de 10.000 encuestas a personas mayores de 16 años, arroja datos que confirman la necesidad de potenciar el uso de métodos de protección y anticonceptivos. Diversas autoridades sanitarias alertan desde hace tiempo de ello –los últimos, los andrólogos de la Fundació Puigvert sobre el aumento de infecciones de transmisión sexual–.

dissabte, 2 de gener del 2010

Punto G

El punto de Gräfenberg, más conocido como punto G, llamado así en honor de su descubridor, el ginecólogo alemán Ernst Gräfenberg, es una pequeña zona del área genital de las mujeres localizada detrás del pubis y alrededor de la uretra. Es lo mismo que, o parte de, la uretra esponjosa, donde se encuentran las glándulas de Skene.

Hay que tener en cuenta que la gran mayoría de las mujeres no son capaces de notarlo en su cuerpo, razón por la cual en occidente se pone en duda su presencia, y por este motivo se recomienda acariciar esta zona con mucha sutileza, utilizando preferiblemente el dedo corazón, ya que este logra despertar la energía sexual o Kundalini, llamada así en el tantrismo.
Por otro lado el tantrismo asegura que dicha energía recorre entonces cada célula de la piel y todas las sensaciones eróticas que se perciben son intensas y se hace una estimulación precisa.
Se dice que la estimulación del punto G (a través de la pared frontal de la vagina) propicia un orgasmo más vigoroso y satisfactorio, y es posiblemente la causa de la eyaculación femenina. Tal estimulación requiere un empuje en cierto modo opuesto al que se necesita para lograr la máxima excitación clitorial con el pene.
Muchos libros sobre sexo aconsejan a las parejas incapaces de lograr el orgasmo femenino el considerar la estimulación del punto G como técnica sexual.
Un creciente número de expertos cree que la razón por la que la estimulación de esta área provoca un orgasmo «hacia fuera» e incluso la eyaculación femenina es que el punto G ha evolucionado a un "punto disparador" del parto. La cabeza del feto empuja este punto durante el parto, lo que parece disparar la última fase de empuje. Esto se traduce, durante la estimulación sexual normal, en una contracción más significativa de la vagina.
El punto G puede no ser solamente un punto discreto. De hecho, algunos científicos como Natalie Angier defienden que se trata del conjunto de profundos nervios del clítoris cuando pasan a través de los tejidos para conectar con la columna vertebral. El clítoris tiene profundas raíces y puede cambiar de tamaño y ligeramente de posición a medida que los niveles hormonales cambian en las diferentes etapas de la vida de una mujer.
Un pene curvado hacia arriba tiene la habilidad natural de ejercer mayor presión sobre la pared frontal de la vagina. Si un pene no se curva hacia arriba, entonces pueden ser necesarias diferentes posiciones sexuales. Por ejemplo, un hombre cuyo pene se curve hacia abajo puede hallar que la penetración posterior es más adecuada para estimular el punto G, dado que la curva presionará la pared frontal.
La estimulación del punto G mediante el uso de un dedo o la lengua es posible gracias a la presión combinada de empujar el clítoris hacia abajo mientras se arquea la lengua o el dedo hacia arriba en un movimiento de llamada. El dedo o la lengua debe estar entre 2,5 y 7,5 cm dentro de la vagina para que dé resultado. Sin embargo, cada mujer puede necesitar una forma diferente de estimulación.
Se piensa que la estimulación del punto G es más intensa en las mujeres mayores de treinta años, porque los cambios en la estructura de los tejidos del interior de la vagina permiten un acceso más fácil a dicho punto. Algunas mujeres creen por esta razón que en la treintena alcanza su cúspide sexual.


Bola de cristal

La cabeza de un hombre es una bola de cristal a los ojos de las mujeres. Científicos de Chicago teorizan que el careto trona al subconsciente las cualidades de mengano. Los rasgos aniñados reverberan aprecio a los críos y raigambre familiar. Las que postergan el compromiso afectivo persiguen a los rabiosamente masculinos, ricos en testosterona.


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Ernst Gräfenberg y su punto G

Este señor desconocido para muchos es nada menos que el ginecólogo que describió un sector de vagina, que rodea el meato urinario, el cual cuenta con una exquisita inervación sensitiva que lo convierte en la zona mas sensible dentro de la vagina y que el bautizo como punto de Gräfenberg, el popular y mítico punto G.
Es conocido por desarrollar el dispositivo intrauterino (DIU), y por sus estudios sobre el papel de la uretra de la mujer en el orgasmo.  






LAS MUJERES TAMBIÉN TIENEN PRÓSTATA

as viejas novelas eróticas describían con animosidad el orgasmo femenino juntamente con una expulsión rápida y violenta de un líquido que bañaba completamente al hombre, en una escena semejante a la eyaculación seminal masculina. Pero ¿de dónde salió eso de la eyaculación femenina? Veamos, en 1950 el Dr Ernest Grafenberg, un ginecólog aleman, publicó el artículo “El papel de la uretra en el orgasmo femenino” en el Internacional Journal of Sexology y 33 años más tarde el sexólogo John Perry y colaboradores publicaron el bestseller “El Punto G”, en reconocimiento al Dr Grafenberg y quienes basados en el trabajo del ginecólogo alemán reportaron que en la vagina había un lugar extremadamente sensible que al ser estimulado desencadenaba orgasmos en serie. Ningún médico creyó eso, y los estudios anatómicos y fisiológicos hasta hace pocos años no reportaban la presencia de ningún tejido ni órgano específico en la zona de la vagina descrita por los sexólogos.

Pero el año pasado el mundo se despertó con la noticia de que la mujer tiene próstata y eyacula. Algo que ha dejado pasmados a médicos y científicos. Es más, se describen algunos casos de presencia elevada en sangre de Antígeno Prostático Específico (PSA) y muertes por causa de cáncer prostático en mujeres.

En el estudio, realizado por un grupo de urólogos austriacos conducido por el Dr. F Wimpissinger, y publicado en el Journal of Sexual Medicine 2007;4:1388-1393, los autores estudiaron exhaustivamente el aparato genitourinario de dos mujeres premenopáusicas, de 44 y 45 años, quienes reportaron que eyaculaban un líquido durante el orgasmo. Las sometieron a una técnica ecográfica de vanguardia, la ultrasonografía perineal de alta definición con emisión de positrón, y revisaron concienzudamente su uretra con un endoscopio. También recogieron muestras de la eyaculación (las participantes tuvieron que masturbarse) y las compararon con la orina de una micción obtenida antes de la actividad sexual.
Los estudios revelaron la existencia de una estructura identificada como tejido prostático que rodea al conducto urinario de la mujer en toda su extensión. A la uretroscopía se vio un pequeño orificio en la parte inferior del orificio urinario que es por donde es eyaculado el líquido que al ser examinado bioquímicamente mostró contener todos los elementos constitutivos del líquido seminal masculino.
Aunque se requiere más investigaciones sobre el tema, este estudio sienta las bases para reconsiderar nuestra posición respecto a las afirmaciones del Dr Grafemberg y reconocer que estuvimos equivocados por muchas décadas y que todos ellos tenían la razón. Creo que sí, efectivamente, ¡las mujeres tienen próstata!.

Capitalismo, una historia de amor-Michael Moore



http://www.youtube.com/watch?v=IhydyxRjujU

Violencia de género y procesos de empobrecimiento

http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/02588405333504473232268/011683_4.pdf

Alapont, P. (2003). El infierno de Marta. Algar Editorial

Esta novela, escrita en forma de thriller, nos presenta la historia de Marta, una joven que se enamora de un hombre al que termina describiendo como un psicópata, y que le hará vivir situaciones de maltrato físico y psicológico.
El libro se completa con La máscara del amor, un texto en el que el psicólogo y criminalista Vicente Garrido analiza los comportamientos de riesgo que cualquier joven debería tener en cuenta para evitar caer en situaciones del maltrato físico o psicológico. Por tanto, se trata de un libro que combina una novela de suspense con una sección que pretende servir de ayuda para la prevención del maltrato.




Aleramo, S.(1990). Una mujer. Barcelona: CIRCE

Una mujer nos presenta el retrato autobiográfico de su autora, retazos de la memoria de una vida marcada por el maltrato. Nos dice Martín de Doria (2003)5, que Sibilla Aleramo fue una intelectual, una mujer que sufrió cambios en su “ideología social, feminista y cultural” a consecuencia de los acontecimientos que la vida le tenía preparados.
 Admiradora privilegiada de un padre que describía como autoritario e inflexible, expresó su rechazo a lo que significaba su madre: una mujer atada a un hombre (su padre), sin libertad para hacer aquello que deseara, una mujer que no veía con buenos ojos la afición de su hija por la lectura, algo que estaba restringido a los hombres.
Durante su juventud, Sibilla conoce a un hombre que se convertiría en detonante de todas las sorpresas que le tenía reservadas la vida. Este joven rompe el mito que Sibilla había formado en torno a su padre y le descubre que es un hombre más entre el resto, contándole como éste engañaba a su madre con otra mujer. Decepcionada, busca consuelo en el que se convertirá en su marido, aquél que le hará perder la libertad, que la encierra en casa y la somete a grandes palizas.
En estos años, Sibilla escribe este libro como una manera de aliviar el sufrimiento al que se ve sometida. Aunque la escritura supone para ella una liberación, no resulta ser la solución a sus problemas. Tras varios intentos de suicidio decide huir, pretende dejar atrás la situación de maltrato, pero se ve obligada a marcharse sin su hijo, ya que las leyes protegen al marido.
Aunque libre, Sibilla está triste por dejar a su hijo en manos de un hombre que no sabía atenderlo. Para su hijo terminó este libro, para que así conociera las razones por las que tuvo que abandonarle.



Pérez Abellán, F. (2002). Mi marido, mi asesino. Barcelona: Martínez Roca

De acuerdo con los comentarios del propio Pérez Abellán, el libro recrea cincuenta casos reales, con la intención de aprender ellos y constituir una fórmula para no ser vulnerables a los casos de violencia doméstica: “La mujer que lea este libro evitará casarse con su asesino. El hombre que lea este libro no será un maltratador”. A través de cada uno de los cincuenta relatos novelados, el autor pretende enseñar que los maltratadores son asesinos en potencia y que existen “verdaderas plantillas” de crímenes que se repiten, casi sin variación, desde los años cincuenta hasta la actualidad, con lo que quiere mostrar al lector la existencia de unas mismas pautas de actuación en aquellos hombres que asesinan a sus parejas sentimentales.


Fuente: http://www.uclm.es/cepli/viejo/club_lectura/cuaderno7.pdf

Etxebarría, L. (2003). Una historia de amor como otra cualquiera. Madrid: Espasa-Calpe

De manera global, el libro muestra un conjunto de relatos protagonizados por mujeres de diferente clase y condición social, que tratan de configurar un retrato de la mujer española actual. Historias de arrebatadoras pasiones, dramáticos testimonios vitales, cuentos cargados de ironía y fantasía e, incluso, amores urbanos marcados por la brujería o el destino; todos ellos forman un conjunto variado, pero marcadamente femenino, que aborda la figura de la mujer desde diferentes facetas.
Uno de estos relatos (Flores para Sally), nos acerca a la situación de maltrato psicológico a la que se ve expuesta una actriz durante el año en que dura la representación musical de la que forma parte. Trabajo que la obligaba a mantener un enorme control sobre su voz para cada representación, siendo éste uno de los factores que la ayudan a soportar la situación de maltrato. A lo largo de la historia también se observan distintos elementos que dejan entrever la existencia de roles tradicionales en hombres y mujeres.


LA LITERATURA DE LUCIA ETXEBARRIA: ESPEJOS DIRIGIDOS HACIA LA MUJER

La inclinación del escritor a cambiar con frecuencia de estilo, a no repetir los mismos temas y a escribir obras que no se parezcan demasiado las unas a las otras entra en conflicto, a la hora de trazarse un camino en la literatura, con un deseo de exprimir al máximo las posibilidades de un mismo tema. Las dos opciones son igualmente legítimas, y ambas tiran del escritor con fuerza, intentado ganárselo para uno u otro terreno. Mantenerse en una cómoda y fructífera tierra de nadie, en la enriquecedora frontera de la ambivalencia literaria, es tan difícil que la mayoría de los escritores acaba por decantarse, aun de manera inconsciente, más por una opción que por la otra: los hay que se deshacen de estilos, temas y motivos y pasan a ensayar con otros con la misma premura y habilidad con que un fumador apura un cigarrillo y enciende el siguiente; y los hay que, por el contrario, exprimen y exprimen la naranja de sus obsesiones una y otra vez, con la esperanza de encontrar visiones inéditas en la pulpa de lo ya conocido y previsible.
Lucía Etxebarria, que pertenece más bien a esta segunda clase de escritor, parece haber decidido exprimir su naranja particular para dar al mercado literario un goteo regular de libros (en los últimos años, ha ido casi a uno por año) que destilan siempre un sabor muy similar y que sus no pocos lectores deben de encontrar dulce y fácil de digerir (aunque no así la crítica en general, que se ha decantado más por destacar la agrura del zumo que Etxebarria les sirve en cada obra). Un componente principal de este sabor es de signo femenino, porque el tema principal de toda su obra (ya se trate de novelas, ensayos, poemas o cuentos) es la mujer. Hasta tal punto que, al contrario de lo que sucede con muchas de sus colegas españolas, a ella no le importa pregonar que la literatura femenina existe y declarar, con orgullo, que ella la practica. Si con literatura femenina quiere decir literatura escrita por, desde el punto de vista de y sobre la mujer, desde luego su obra cumple de cabo a rabo con estos requisitos, y no sólo la narrativa, sino también la poesía o los ensayos. En el caso de Lucía Etxebarria, cruzar de un género literario no significa pisar un suelo diferente, pues este substrato temático siempre permanece, de modo que sus novelas y la mayor parte de sus cuentos y poemas parecen, en muchas ocasiones, ilustraciones ficticias o puestas en práctica de las ideas y problemas relacionados con la mujer que expone y discute con ardor en sus ensayos. Por eso resulta hasta cierto punto previsible que haya escrito un relato sobre los malos tratos (psicológicos) hacia la mujer como Flores para Sally, incluido en su último libro, Una historia de amor con otra cualquiera. Parece que, en ese afán por explorar la condición de la mujer que atraviesa toda su producción, no podía dejarse en el tintero (o rondando como un fantasma las teclas de su ordenador, ya que es ése el medio en que escribe, según confiesa) un tema tan candente y actual como el de los malos tratos.

Zabiaur, P. (2003). Gritos silenciosos. Madrid: Maeva

En este libro, su autora (cuyo verdadero nombre es ocultado) expone a modo de autobiografía, su testimonio como mujer víctima de malos tratos, a través de una narración de sus propias experiencias.
Procedente de una familia acomodada del norte de España, la joven Paula se instala en un colegio mayor de Madrid para estudiar la carrera de Filosofía y Letras. Son los años sesenta y la protagonista es una joven alegre y feliz que ve en la ciudad de Madrid todo un abanico de experiencias. Pronto conoce a un hombre mayor que ella, con el que comienza a salir. Aunque no se muestra muy contenta con esta relación, el hombre va ganando su confianza a través de regalos y promesas, hasta que termina pidiéndole que se case con él. Sin estar muy convencida de ello, termina casándose, y así comienza una historia en la que se suceden diferentes episodios de malos tratos, comenzando por un intento de violación que tiene lugar antes de la celebración de la boda, continuando con palizas durante la luna de miel, un intento de ahogo, agresiones durante el embarazo de una hija, ...
Parece, sin duda, que la autora trata de mostrar su experiencia con la intención de evitar que otras mujeres sean víctimas de las mismas decisiones que ella tomó, para así evitar una situación de violencia doméstica.


HISTORIAS DE VIDA - HISTORIAS DE FICCIÓN: LA NARRACIÓN LITERARIA Y EL MALTRATO A LA MUJER

Los medios de comunicación nos hacen partícipes de aquellas situaciones de las que no tenemos un conocimiento directo, de manera que es posible formarse una opinión acerca de una determinada realidad a través de la información que nos proporcionan, lo que puede contribuir a sensibilizarnos, concienciarnos, pero también puede producir el efecto contrario: la insensibilización.
La literatura también puede realizar tareas de concienciación y ofrecer información sobre una determinada problemática, a pesar de que su función principal sea la de entretenernos. Ejemplo de ello son los textos aparecidos en los últimos años en torno a la violencia doméstica que presentamos a continuación y que, más allá de posibles intereses económicos, suponen un soporte con el que conocer, y así poder discutir y reflexionar sobre las historias de malos tratos que nos muestran.

SEXO Y GÉNERO: CREENCIAS CULTURALES Y EXPECTATIVAS SOCIALES

Desde que nacemos, la atmósfera de relaciones y el trato que éstas ofrecen al nuevo miembro es diferente dependiendo del sexo. Este tratamiento diferencial para niños y niñas, parece basarse en un consenso cultural en torno a lo que es masculino y femenino: lo que implicaría que el proceso de aprendizaje del que todo hombre y mujer ha formado parte para poder participar activamente dentro de su contexto social ha estado marcado, al menos inicialmente, por aquellas actitudes, valores y comportamientos asociados a cada sexo, y que cada sociedad ha tratado de transmitir, de acuerdo con las expectativas acerca de la conducta femenina y masculina (roles de género), que no son otra cosa que los papeles sociales asignados a hombres y mujeres por su pertenencia a una u otra categoría sexual.
Si queremos conocer las causas de la violencia en el ámbito familiar, es necesario analizar la influencia de estos modelos sociales que inciden sobre la conducta y la caracterización de hombres y mujeres, y que no dejan de ser rasgos determinados socialmente, ya que aunque las características biológicas (sexo) constituyen las bases para la diferenciación de género, muchos de los rasgos vinculados a éste se encuentran determinados por los procesos de socialización que se producen en la familia, la escuela, los grupos de iguales y los medios de comunicación. De esta forma, los niños y niñas van aprendiendo a través de diferentes modelos las conductas que socialmente les son características, y que les enseñan cómo deben comportarse para llegar a ser “hombres” y “mujeres”.
Los roles resultantes, producto de las expectativas del ambiente y de la cultura, conforman la identidad del individuo. Los atributos asignados tradicionalmente al género masculino serían: la valentía, la fuerza, el liderazgo y el dominio; para las niñas: la pasividad, la dependencia y la sumisión. Todos ellos valores que pueden llegar a legitimar la violencia, dado que lo femenino ha sido desvalorizado y representado como inferior (Aumann y Iturralde, 2003)3, pudiendo ser objeto más fácil de agresión, ya que el hombre es asociado a lo fuerte y la mujer a lo débil.

Sin embargo, la pertenencia a uno u otro género es un factor más a tener en cuenta dentro de las reacciones violentas, pero no el único, ya que tal y como señala J. Corsi (2002)4, para comprender las reacciones violentas de una persona debemos tener en cuenta las situaciones y modelos con los que las personas se han desarrollado, los valores y actitudes de igualdad que les han sido transmitidos, la percepción de la violencia como un hecho cotidiano y la actitud general de la sociedad hacia el uso de la violencia.