En tiempos electorales todos los caramelos son pocos. La propuesta de horarios laborables racionales vuelve. Una lectora la aplaude, pero recela: ¿no serán más horas para trabajar en casa?
La prueba de que la cantidad de horas trabajadas no es en sí un valor la ofrece Grecia, donde la media es de 44,3 semanales, una de las más altas de la UE. Pero la baja productividad cava su fosa económica. Hablemos de utopías. Ya saben, aquello que parece irrealizable en el momento de plantearse. De «tan atractiva como seguramente utópica» definía la periodista Neus Tomàs, en su artículo del pasado 2 de abril, la propuesta electoral de Iniciativa de establecer «un pacto nacional» a favor de la conciliación de la vida laboral y personal para, según resume el lema, A las 6 en casa. Pilar Blázquez comparte la valoración de Tomàs, en una carta remitida desde Barcelona a la Defensora de la Igualdad.
No plantea muchas incógnitas la ecuación de a mayor conciliación laboral mayor igualdad. La lucha de las mujeres por incorporarse al mundo del trabajo –son ya casi la mitad de la fuerza laboral mundial-- no ha tenido una contrapartida en la corresponsabilidad de los varones en las tareas domésticas y del cuidado de la familia. El trabajo fuera de casa era el valor del hombre y, por su dedicación y triunfo en él, se medía con el resto de varones. De ahí que la modificación de los horarios puede ayudar a muchos hombres a pensar que tener tiempo libre no atenta contra su carrera profesional. Los términos en los que deberían moverse la economía y la gestión empresarial –ampliamente debatidos a raíz de la crisis– serían los de productividad y no, como señala Blázquez, «de calentar la silla». 

«La cultura del presentismo muy tercermundista», como la cataloga en su carta Ignacio Buqueras, presidente de la Comisión Nacional para la Racionalización de los Horarios Españoles. Algo habrá que modificar si entre el 2001 y el 2007 el crecimiento medio de la aportación al PIB español por hora trabajada fue del 0,9%, frente al 2,6% en el Reino Unido y el 2,1% en Suecia, según los datos facilitados por la OCDE.
La lectora plantea una pregunta muy pertinente: «¿Por qué siempre que se habla de conciliación se habla de las mujeres cuando, en realidad, son ellos los que no quieren conciliar y sitúan su trabajo en el centro de su vida?» Cuando se aborda la reducción de jornada en España, las miradas también van en esa dirección, mientras esta modalidad laboral alcanza altas cuotas (hombres y mujeres) en varios países europeos. Los enfoques son importantes. Así lo destaca Buqueras: «El hombre no debe ayudar a la mujer; el hombre debe compartir con ella las tareas domésticas y la educación de los hijos».
El mercado laboral ya no es aquel industrial del siglo XX. La incorporación masiva de la mujer a la fuerza laboral ha cambiado incluso el propio concepto de persona trabajadora y le ha transferido a los hombres unos compromisos que antes no tenían. Y les cuesta asumirlos. De esa experiencia surgen las prevenciones de Blázquez ante la propuesta de ICV: «No debería significar que las mujeres se carguen con más trabajo doméstico y familiar». Y canaliza esas horas que podríamos ganar. El tiempo libre debería ayudar a la igualdad en el ámbito doméstico. Las mujeres deberían, así, tener más tiempo para formarse y, por tanto, progresar en su trabajo, descansar y tener actividades lúdicas.
Pide, asimismo, que la Administración predique con el ejemplo. Gracias a la ley de igualdad del 2007, un 80% de los padres se han podido acoger a los 15 días de permiso retribuido al tener un hijo. El apoyo legal es básico. Con esta idea, la Comisión Nacional para Racionalizar los Horarios Españoles recuerda que está propiciando «cinco grandes pactos nacionales» con partidos, administraciones, empresarios y sindicatos, entre otros. ¿Por qué? Nuestros horarios de trabajo y también de estudio provocan incredulidad en Europa. Pagamos un precio. «Nos perjudican, y de forma muy especial a las mujeres y los niños», explica Buqueras. Las guarderías, por ejemplo, siguen los horarios de patrones laborables de cuando la mujer estaba en casa. No se trata de modificarlos, sino de llegar a recoger a los críos. Seamos realistas, pidamos lo imposible. 

Fuente: http://www.elperiodico.com/BLOGS/blogs/blogdefensora/archive/2010/04/11/a-las-seis-en-casa-lema-igualitario.aspx 

http://www.elperiodico.com/BLOGS/blogs/blogdefensora/archive/2010/04/08/no-estamos-para-bromas.aspx

http://www.elperiodico.com/blogs/blogs/blogdefensora/default.aspx