dissabte, 21 de gener del 2012

Salir ilesa del hospital tras el parto

Por Ángeles Cano
Parece mentira, sí, pero no es tarea fácil salir ilesa del hospital cuando una va a dar a luz.
Hagamos la prueba: que levante la mano la que haya conseguido salir ilesa de un parto hospitalario.
Resulta que la gran, gran mayoría entramos sanas al hospital a dar a luz y salimos con cicatrices y heridas varios, daños físicos evidentes.

Como si el hospital fuera un taller de costura.

La que se libra de la cicatriz en el vientre y útero (probabilidades de 1:4 a 1:2, según el centro) la tiene en la vagina o en el periné. Cicatrices de todo tipo: horizontales, verticales, laterales, centradas o no. Las hay que curan en tres días y también que tardan meses en cerrarse, en dejar de soltar pus e incluso algunas las tienen que volver a abrir y arreglar de nuevo; “reconstrucciones”, las llaman.
Las hay hechas con bisturí o tijeras especiales, con fórceps o espátulas, con ventosa, e incluso algunos profesionales lo consiguen con sus manos, olvidándose, evidentemente, de que están manipulando genitales que pertenecen al cuerpo vivo de una mujer.
Las hay cosidas con tranquilidad y perfección, las hay hechas con mala leche o poca experiencia y las hay simplemente grapadas, como si fuéramos papeles de un trámite burocrático.
Y si nos libramos de las cicatrices -algunas hay- salimos “por lo menos” con moratones de pinchazos, heridas de la vía, etc. Parece que inevitablemente salimos algo estropeadas, como si siempre hubiese que arreglar algo.
En los cursos de “preparación” nos cuentan además, con antelación, “cómo curar los puntos”, incluso dan clases específicas sobre el tema, dando por hecho que forman parte del “parto de todas”.
Yo recuerdo cuando en mi primer embarazo hice un curso de adiestramiento, perdón, preparación, impartido por una ginecóloga que más tarde atendió a la mismísima princesa y que nos dio un consejo de lo más oportuno: “Os compráis aceite de rosa mosqueta y a partir de la semana x varias veces al día lo aplicáis a la zona donde hacen el corte de bisturí en la cesárea“. En un primer momento pensé “mira, qué práctica la mujer, qué consejos más buenos tiene”. Luego me pareció simplemente aberrante, para mí fue como un ejercicio para asumir mentalmente ya de antemano que tenemos altas probabilidades de te vayan a abrir la tripa. Me imaginaba a las veintitantas mujeres de mi curso untándose los dedos con aceite mosqueta y “cuidándose” la zona de la futura cicatriz como si fuera su rato de meditación diaria de cara al nacimiento de sus hijos. Qué pena.
Y os pregunto de nuevo: que levante la mano la que haya salido ilesa de un parto hospitalario. ¿Hay alguien? Ojo, no cuentan las que llegan en dilatación completa a la puerta de Urgencias y “se les cae el niño” de camino al paritorio.

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