dimarts, 20 d’abril del 2010

Autoestima y empoderamiento

En todos los análisis realizados a personas líderes destaca la confianza en sí mismas, su convencimiento en la defensa de sus valores y su determinación a llevar a cabo sus ideas aún a costa de enfrentarse a dificultades durante el proceso. Esta seguridad en la propia capacidad y la confianza en la consecución del éxito no son más que características de un buen nivel de autoestima. Se trata, por tanto, de un indicador excelente de la posibilidad de ejercer el liderazgo.
El empoderamiento es un concepto ligado a la autoestima en el sentido que confiere un orgullo de sí, una sensación de “poder hacer” (como indica su propio nombre, del inglés power) y está por tanto indisolublemente unido al nivel de autoestima personal.
Sin embargo, es muy importante no confundir la autoestima con otras actitudes de superioridad o prepotencia. Todo el mundo conoce políticos y políticas que han hecho carreras de gran éxito, personas que aparentemente saben de todo y que han desarrollado grandes e impresionantes habilidades para justificar y defender diferentes puntos de vista aunque, desgraciadamente, lo han hecho a menudo a costa de sacrificar su habilidad para escuchar a los demás. Al mismo tiempo, se pide que quien se dedique a la política sea una persona que se muestre siempre fuerte, en buenas condiciones, que tenga total disponibilidad, buena presencia, que se comporte de forma idealista y pragmática a un tiempo, capaz de manejar las confrontaciones y evitar las discrepancias.
Muchas mujeres quedan anonadadas delante de tal nivel de exigencia y, aunque su decisión de trabajar en el ámbito político sea firme, piensan que nunca podrán tener ese grado de disponibilidad, seguridad personal ni de sabiduría. Lo cierto es que debemos preguntarnos si ese tipo de vida política satisface a las personas y si deseamos que las representantes de las mujeres se transformen en superwomen.
La política tiene que ver con todas las personas que forman la sociedad, motivo por el cual debe aceptarse que haya personas no perfectas en los cargos de representación pública, con sentimientos y emociones, capaces de conciliar la vida personal con la laboral y contando con las limitaciones propias de los seres humanos y con el grado de dedicación política que personalmente escojan.
Esta imagen de “dureza” para el acceso a la vida política ha conseguido que, de entrada, muchas mujeres se sientan en inferioridad de condiciones respecto a sus colegas masculinos. Esta sensación de inferioridad es la que conduce a un bajo nivel de autoestima que impide desarrollar adecuadamente las propias capacidades.
Autoestima en mujeres políticas
La autoestima se refiere a la relación que una mujer establece consigo misma: lo que piensa de sí misma, la imagen corporal que se ofrece, así como el grado de bienestar que siente consigo misma. Se trata de un factor de supervivencia fundamental para la vida de las personas y es especialmente importante en la arena política porque un nivel adecuado de autoestima capacita para sobrevivir a las críticas, a los conflictos y a las relaciones difíciles con el entorno. Permite superar los momentos dolorosos y tener la confianza de que podemos modificar, de acuerdo con nuestros intereses, el curso de nuestra vida. Y permite enfrentarse a las situaciones complicadas o que dan miedo con seguridad en las propias habilidades. Una mujer con un buen nivel de autoestima podrá defender sus propuestas aunque haya una mayoría en contra y no resentirse por ello; podrá oponerse a alguien en público sin temor a hacer el ridículo; sabrá dar valor a sus argumentos aunque otras personas le hagan el vacío o la menosprecien y, sobre todo, no se sentirá culpable por hacer aquello que desea y que cree que debe hacer.
¿Por qué las mujeres tienen un déficit especial de autoestima? Sabemos que la educación es diferente para los niños y para las niñas. No sólo ejercen una fuerte influencia los padres sino todo el conjunto de la sociedad, mostrando diferentes roles y comportamientos como los adecuados a cada género. Todavía los padres están habitualmente más orgullosos de los logros de sus hijos varones que de sus hijas.
Los estudios realizados sobre este tema muestran que actualmente los padres siguen orientando a sus hijos hacia carreras de más prestigio social y ocupaciones mejor consideradas que a sus hijas. Cuesta aún hoy imaginarse a una familia que incentive a una muchacha para que se independice y oriente su carrera hacia la política de un país, por poner un ejemplo. El papel tradicional que las mujeres tienen en la sociedad dificulta que éstas desarrollen objetivos que la sociedad considera valiosos. Si la sociedad los considera menos valiosos, difícilmente las propias mujeres pueden modificar esa percepción.
Pensemos, por poner un ejemplo muy claro, los modelos de los cuerpos que se proponen a los jóvenes en la adolescencia y que evidencian esa diferencia cultural de género: modelos fuertes y atléticos para los varones y delgados y enfermizos para las mujeres. ¿Qué mujer joven puede imaginarse fuerte y valiente en su futura vida adulta con la imagen débil y esquelética que se le ofrece como ideal de si misma?
Otra fuente de influencia en la propia autoestima son los cuentos infantiles que, durante siglos, han pasado generación tras generación de padres y madres a hijos e hijas en todas las culturas. En ellos, las mujeres protagonistas suelen ser pasivas y dóciles, bellas y sumisas, nunca deciden su propia vida, los demás deciden por ellas, y son las que triunfan consiguiendo por marido a un hombre poderoso (Blancanieves, la Bella durmiente, Cenicienta). Sin embargo, las mujeres que saben lo que desean, son activas y luchan por conseguir sus objetivos son castigadas y convertidas en brujas y malísimas madrastras. Si bien es cierto que los cuentos infantiles han cambiado mucho en los últimos tiempos, no hay más que echar una ojeada a las librerías para comprobar que los cuentos de hadas tradicionales siguen con plena vigencia en todos los países de nuestro entorno, cuando no con nuevas versiones que mantienen el mismo fondo ideológico (películas de Walt Disney o similares en que los papeles valiosos son para los varones y las mujeres son protagonistas sólo en caso de que defiendan la figura del padre o la cultura masculina).
Esto comporta que las mujeres habitualmente tengan una autoestima más baja que los varones. Además, la autoestima tiene características diferentes: los varones tienen dificultades para conocer y aceptar los propios sentimientos y las mujeres para deshacerse de sus culpas.
En política, las mujeres muestran su baja autoestima cuando no se atreven a disentir en público de un ponente que ha dicho lo que a su juicio sería alguna barbaridad, cuando renuncian a cargos de poder pensando que no serán capaces de hacerlo bien, cuando enmudecen de pronto ante una frase grosera de un adversario político, cuando no son capaces de defender una idea en su propio partido por miedo a parecer ridículas, cuando esconden sus sentimientos como tristeza o rabia para no parecer débiles, cuando ocultan el deseo de acabar pronto una reunión para ir a ver a sus hijos/as porque saben que no serán comprendidas...
¿Cómo conseguir una alta autoestima?
En todos los cursos de autoestima hay algunas mujeres que muestran su preocupación por la posibilidad de que, tras practicar las técnicas adecuadas, su autoestima pueda aumentar en exceso. Tienen miedo de volverse unas “creídas”, personas excesivamente pagadas de sí mismas. Esa preocupación es una muestra más de su baja autoestima, y parte del desconocimiento de una misma. Las mujeres han estado oprimidas y mal consideradas durante tanto tiempo que temen no controlar su carácter y transformarse en un tipo de persona que no quieren ser, orgullosa y poco comprensiva.
Pues bien, no hay que tener el menor temor a ese respecto: la autoestima es necesaria para la supervivencia. Como hemos dicho anteriormente, las personas con alta autoestima pueden derrumbarse en un momento dado, pero siempre tienen capacidad para sobreponerse. La autoestima es como el sistema inmunitario de la conciencia. No se puede tener demasiada autoestima, igual que no se puede tener demasiada salud. La autoestima no es amor a una misma, es confianza en una misma. Cuando una persona es jactanciosa o arrogante o bien se propone metas que nunca cumple es precisamente porque su autoestima es baja. Una persona con elevada autoestima no se preocupa por las comparaciones con los demás y se propone metas que pueda alcanzar, porque le interesa su felicidad y la de quienes la rodean.
La autoestima, por tanto, crea un conjunto de expectativas acerca de lo que es posible y adecuado para las mujeres. Estas expectativas tienden a generar acciones y así se convierten en realidades. La mente con alta o baja autoestima, tiende a generar profecías que se convierten en realidades. Así es cómo actúa el modelo de pensamiento negativo(1) sobre nosotras mismas, sobre los demás y, como reflejo de la visión que percibimos en los otros, de nuevo sobre nosotras mismas:
(1) Adaptado de Lynda Field. Ver Bibliografía
Gráfico 1. Círculo del odio
Del mismo modo, pero con un resultado absolutamente diferente, actúa sobre las mujeres el modelo de pensamiento positivo:
Gráfico 2. Círculo de la autoestima
Sin embargo, no podemos aumentar nuestra autoestima si no partimos de los diferentes aspectos de la personalidad que la componen. Decir: “Me gusto a mí misma” es un reflejo de sentirse bien con las propias emociones, estar de acuerdo con los propios pensamientos y no sentirse culpable por ellos, ser consciente de por qué se actúa de una forma u otra y cuidar nuestro cuerpo. Por el contrario, cuando una mujer no se gusta a sí misma es porque alguno de estos aspectos está descuidado o poco valorado.
Mejorar la autoestima, por tanto, se consigue mejorando uno o más de los campos o áreas implícitas en la persona. No podemos mejorar directamente la autoestima, pero sí podemos influir indirectamente en ella, cambiando una o más variables personales: conductas, pensamientos, emociones o actitudes físicas. Es necesario, por tanto, lograr un equilibrio entre los diversos componentes de nuestra persona.
Pensamientos positivos
Uno de los factores necesarios para incrementar la autoestima en las mujeres es el autoconocimiento. Conocer las cualidades que se tienen es importante para valorarse y actuar con seguridad. Identificar los pensamientos negativos que tenemos sobre nosotras mismas resulta imprescindible para saber qué opinión tenemos realmente sobre nuestra valía. Con frecuencia, las mujeres tienen miles de pensamientos negativos que merman su capacidad de éxito.
Gráfico 3. Pensamientos críticos
Identificar cuáles son y sustituirlos por pensamientos positivos repercutirá en una mejora de la propia autoestima y en una mejor actuación política y en todos los terrenos en que la mujer trabaje.
Gráfico 4. Pensamientos de afirmación positiva
En ocasiones, los pensamientos negativos (“estoy haciendo el ridículo”, “no sirvo para esto”, “voy a equivocarme”, “seguro que empiezo a hablar y olvido mi discurso”, etc.) están inducidos por los demás, especialmente por los hombres, inmersos en una cultura masculina, que desprecia o minusvalora a las mujeres. En el próximo capítulo veremos exactamente cuáles son las conductas eficaces para hacerles frente. Aquí vamos a destacar, sin embargo, algunas que influyen especialmente en una baja valoración propia:
► En ocasiones parece que, haga lo que haga una mujer, siempre está mal. Por más que se esfuerza en cumplir sus múltiples roles, no oye más que críticas y ningún elogio. Es frecuente que se culpabilice socialmente a las mujeres que se ocupan exclusivamente de las tareas del hogar y de los hijos e hijas pequeños acusándolas de ser totalmente dependientes, de no contribuir económicamente a las necesidades de la familia. Sin embargo, si una mujer que ha sido madre decide acceder al mercado de trabajo y ser activa en algún tipo de militancia (política o sindical), se la acusa de descuidar (cuando no abandonar) al marido y a los hijos/as. En estos casos se suele mirar con lástima al marido, que debe ocuparse de lo que ella supuestamente deja de hacer en el hogar, y se le recuerda a ella la suerte que ha tenido por tener un esposo tan comprensivo. Estas situaciones, provocadas tanto por hombres como por mujeres, influyen en que las mujeres que las padecen se sientan, hagan lo que hagan, con mala conciencia, culpables de no ser perfectas en todo y rebajen su autoestima de forma importante.
► Ocurre lo mismo en los casos, desgraciadamente tan frecuentes, de mujeres que sufren maltratos o abusos sexuales. Existe una tendencia social, claramente reflejada en algunas sentencias judiciales, a pensar que de algún modo la mujer víctima ha provocado la agresión o el abuso: tal vez se vistió con un escote demasiado grande, movió demasiado las caderas o, sencillamente, era demasiado guapa... por no hablar de la terrible frase que a veces hemos escuchado entre los vecinos y vecinas de una víctima mortal a manos del marido: “Algo habrá hecho cuando ha acabado así”. Por todo ello, es fundamental que trabajemos con nuestros sentimientos de culpa y vergüenza para lograr que dejen de oprimirnos y actuemos en libertad, conociendo nuestros límites y priorizando aquello que consideremos más importante en nuestra vida. Pero, sobre todo, es importante que jamás ocasionemos culpa o vergüenza en otra mujer. Esta complicidad femenina es imprescindible para que se respete a todas las mujeres y para respetarnos a nosotras mismas.
► A menudo se caracteriza a las mujeres con bromas de mal gusto. Es frecuente que se las ridiculice en reuniones con frases relativas a su cuerpo, su pelo, sus tendencias sexuales, o similares, generalmente cuando no están presentes. Esta situación debería ser rechazada por el resto de mujeres que haya en la reunión. Los hombres dicen muchas bromas del tipo: “Cuando mi mujer llegue a los 40, la cambiaré por dos de veinte”, bromas que responden a las fantasías, mitos y prejuicios propios de la cultura masculina. Hay una cosa que debe quedar clara: si a una mujer se la ridiculiza lo suficiente, puede despedirse de convertirse en líder. Así pues, cuando escuchemos que se está ridiculizando a una mujer es fundamental reaccionar inmediatamente y rechazar esa imagen. Estaremos trabajando por el respeto colectivo hacia nuestro género pero también por nosotras mismas ya que nadie asegura que no seamos víctimas de la ridiculización en la próxima reunión.
Pasos a seguir para elevar el nivel de autoestima
1. Ser conscientes de la propia autoestima. Es necesario el autoconocimiento para saber a qué nivel se sitúa la autoestima de cada mujer y partir de una evaluación realista. A partir de esta valoración, podrá saberse en cuál de las áreas que hemos descrito se necesita trabajar más para superar la falta de confianza en una misma. (Ver el ejercicio a)
2. Proponerse prácticas en ámbitos personales y sociales. Cada mujer debe proponerse prácticas que le permitan alcanzar metas posibles y valiosas para su vida. Una de las formas más recompensantes y accesibles de aumentar la autoestima es mediante el comportamiento asertivo, que analizaremos en el próximo apartado
3. Establecer pactos y redes entre mujeres. Trabajar conjuntamente eleva el nivel de autoestima personal y colectivo al tiempo que afianza los compromisos y permite la defensa de las reivindicaciones feministas.
4. Ámbitos en que deben situarse las prácticas:
a) Vivir conscientemente (de las propias actitudes y las ajenas)
b) Aceptarse a sí misma (aceptar las limitaciones y no culpabilizarse)
c) Buscar el equilibrio de la energía (área intelectual, emocional, física y de la conciencia)
d) Asumir las propias responsabilidades
e) Reconocer los sentimientos negativos
f) Autoafirmarse mediante pensamientos positivos
g) Vivir con un propósito
h) Tener claras estas propuestas hará que las mujeres puedan autoafirmarse tanto en el terreno político como en el personal y les permitirá afrontar con seguridad y confianza en sí mismas el reto de ejercer el liderazgo en el caso de que así lo demande su carrera política.

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