dissabte, 30 d’octubre del 2010

Renacer después del ictus - Cómo una joven supera una hemiplejia que la dejó barboteando con 24 años


El 28 de febrero de 2004 Isabel quedó a cenar con unos amigos. Era entonces una joven de 24 años llena de energía que cursaba su postgrado de enfermería por las mañanas y practicaba en la clínica de cardiología por las tardes. Había escogido una especialidad: enfermera de UCI. Tenía un novio, una familia y un futuro profesional por delante. Pero aquel viernes, en plena cena, Isabel sufrió un ictus. "Parte de la musculatura de mi rostro se destensó en segundos, mi brazo y mi pierna derecha empezaron a fallar mientras de mi boca empezaban a salir barboteos sin sentido".
Fueron importantísimos los primeros minutos y que su novio, allí presente, fuera médico intensivista e iniciara las maniobras correctas antes de ir al hopital de Vall d'Hebron. ¿Por qué a ella, una chica sana? Todavía no lo saben, tal vez una causa genética. "Los protocolos sobre ictus en los hospitales han cambiado mucho, afortunadamente", explica Isabel, convencida de que diez años antes "con lo que me ocurrió, hubiera muerto".

Sobrevivió al ataque, al coma, a las infecciones, al aislamiento y al primer pronóstico que le dieron a sus padres: "extrema gravedad. Pocas perspectivas de sobrevivir". Han pasado seis años y un proceso que sólo puede entender quien lo ha experimentado. Isabel Palomeque consiguió, con la ayuda de la periodista Mónica Garcia Massagué, elaborar un libro que saldrá a la venta el próximo 4 de noviembre: Alta sensibilidad (Ed. 62/Plataforma editorial). "Este es el libro que me hubiera gustado no tener que escribir nunca", explica, pero sabe que servirá a quienes, como ella, "renazcan" tras un accidente vascular cerebral.

La peor secuela es la afasia. No conseguir la absoluta conexión entre pensamiento y habla, querer pronunciar "cuatro" pero decir "ocho". A veces Mónica la ayuda. Isabel, educada en castellano y catalán, alumna de siempre de las Escoles Pies,sólo consigue expresarse en castellano, "no sé por qué me ocurre, comprendo el catalán pero no logro verbalizarlo".

Isabel es guapa, elegante, lista y tozuda, a partes iguales. Lo probó todo (y hubo que pagar): la natación, la acupuntura en China, las incursiones paralímpicas, incluso la terapia con caballos -"es como caminar sentada"- y no abandonó. No se pierde ni una fiesta y está esperando que aparezca "algún chico sensible", ironiza, "pero de noche, todos los gatos son pardos. Y ya han surgido varios". Lleva su humor más lejos cuando se reconoce "pensionista. Sí, claro, no me renovaron el contrato" y no entiende por qué alguien le pregunta si no le da miedo vivir sola.

Atrás queda la lucha de muchas horas contra la hemiplejia, la incontinencia, algún ataque epiléptico, el temor a la operación que les salvó la vida al día siguiente de tener el ataque -"trepanaron el hueso con una sierra quirúrgica para liberar la hemorragia"- y sus dos primeras palabras al recuperar la voz: "¿Soy?" y "Significa" (por "¿quién soy y qué ha pasado?").

Identifica el sentimiento que tuvo de estar "atrapada" en su cuerpo con el mismo de Jean Dominique Bauby (locked-in syndrome), aquel redactor jefe de la revista Elle que logró volcar su experiencia -sólo podía comunicarse a través de un ligero movimiento de párpado- en un libro y cuya historia inspiró el filme La escafandra y la mariposa. En el camino han quedado algunas cosas irrecuperables -esquiar, nadar, el novio que se fue...- pero Isabel ha ganado, ha ganado en retos y en descubrimientos: la danza integrada, por ejemplo. "Si no hubiera aparecido Jordi Cortés, y hubiera confiado en mí, yo no hubiera encontrado la llave de mi futuro. Voy a beberme cada gota de agua de esta vida". Isabel ha actuado incluso en el Mercat de les Flors y sigue haciendo futuribles.

No puede leer o escribir más allá de un párrafo seguido. Pero se desenvuelve perfectamente con frases claras, cortas y términos escogidos. En la Fundació Foltra la han aceptado para formar parte de un experimento con pacientes de ictus y el próximo año "empezaré a recibir los pinchazos, material de células madre. No es una panacea pero a veces funciona". Hoy, con una moral de hierro, Isabel escribe afásica como lo hizo Jane Bowles y sería -seguro- apasionante objeto de estudio para Oliver Sacks, pero más allá de eso, encarna la historia de una joven que hace tiempo decidió que quería vivir, pero no encerrada. Y que tuvo la familia, las posibilidades y la voluntad que así se lo permitieron.

-¿Qué es lo que más rabia le da de todo lo que le dicen?
-¡Que tenga paciencia!
Isabel posa junto al electrocardiograma de su padre, un particular símbolo que descuelga de la pared. Une lo que fue su vocación -la cardiología- con la persona que ha sido su alma gemela. "También es un contraste. Como yo, Isabel, y Lebasi -mi nombre al revés- la persona con la que me encontré, irreconocible, al otro lado del espejo". Le habían rapado la cabeza y pesaba 40 kilos. Hoy, unos años después, se maquilla con la mano izquierda, con una rotundidad difícil de imaginar en alguien que nunca fue zurda.

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2 comentaris:

  1. Que grandeza y fuerza de superación. me gustaría poder contactar con ella, y que explicará muchas cosas, pues soy un ajedrecista y un curioso de todos los temas de la mente,la memoria y cerebro.

    pau aguilera

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  2. Un gran testimonio de esperanza y superación.

    Saludos afectuosos!

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