Se crea en la mitología o no, para nadie es un secreto que una de las figuras de la historia con mayor carga de erotismo es, sin duda, la diosa griega Afrodita. Son muchas las leyendas que se conocen en torno a la diosa desde el mismo momento de su nacimiento. Se dice que Afrodita nació a partir de los genitales de Urano amputados por su hijo Cronos y lanzados al mar. De la espuma creada por los genitales, nació esta diosa. El origen del nombre de la diosa deriva de la palabra griega aphros: espuma.
Sin embargo, también es llamada de otras maneras. Entre estos nombres, el que más misterio genera es el de Doloplokos (la tejedora de engaños). Y es que los afrodisiacos son exactamente eso: un engaño.
Si nos basamos en lo meramente clínico, los afrodisiacos son producto de la sugestión porque en ningún caso su efectividad ha podido ser probada científicamente. En realidad, cualquier cosa que elijamos puede ser considerado como afrodisiaco mientras uno se sugestione al respecto. Y no siempre se refiere a un alimento o a una bebida. Algún elemento también puede estimular la vista o el olfato y, como no, la mente.
Lo que realmente produce un efecto afrodisiaco es el ambiente que se le dé a cierto momento. Si nos esforzamos en crear el ambiente el día de una cita, con velas, una luz tenue, una música apropiada y una suave fragancia, hasta una hamburguesa puede provocar efectos afrodisiacos. Por otro lado, si el ambiente no es exactamente el adecuado, ni siquiera una docena de ostras caribeñas (afrodisiacas para muchos) darán los resultados deseados.
Remedios tradicionales
Pero esta búsqueda hacia los afrodisiacos no es un asunto nuevo. La medicina tradicional china usaba la raíz de ginseng para potenciar el vigor sexual mientras que los árabes buscaban multiplicar el placer sexual mediante el olfato con perfumes y fragancias. En el Kamasutra se encuentran maneras para que el hombre incremente su vigor con alimentos como la leche y la miel, reconocidos por sus beneficios energéticos. Otras culturas buscaban más bien una analogía entre diferentes elementos y el órgano masculino como la zanahoria y los espárragos y con el femenino como las ostras o las almejas.
El escritor estadounidense Henry Miller aseguraba en su obra Tropic of Cancer que "el mejor afrodisiaco, es la inteligencia de una mujer". Aunque no lo dice expresamente, se supone que para una mujer el mejor afrodisiaco será la inteligencia de un hombre.
Sin embargo, también es llamada de otras maneras. Entre estos nombres, el que más misterio genera es el de Doloplokos (la tejedora de engaños). Y es que los afrodisiacos son exactamente eso: un engaño.
Si nos basamos en lo meramente clínico, los afrodisiacos son producto de la sugestión porque en ningún caso su efectividad ha podido ser probada científicamente. En realidad, cualquier cosa que elijamos puede ser considerado como afrodisiaco mientras uno se sugestione al respecto. Y no siempre se refiere a un alimento o a una bebida. Algún elemento también puede estimular la vista o el olfato y, como no, la mente.
Lo que realmente produce un efecto afrodisiaco es el ambiente que se le dé a cierto momento. Si nos esforzamos en crear el ambiente el día de una cita, con velas, una luz tenue, una música apropiada y una suave fragancia, hasta una hamburguesa puede provocar efectos afrodisiacos. Por otro lado, si el ambiente no es exactamente el adecuado, ni siquiera una docena de ostras caribeñas (afrodisiacas para muchos) darán los resultados deseados.
Remedios tradicionales
Pero esta búsqueda hacia los afrodisiacos no es un asunto nuevo. La medicina tradicional china usaba la raíz de ginseng para potenciar el vigor sexual mientras que los árabes buscaban multiplicar el placer sexual mediante el olfato con perfumes y fragancias. En el Kamasutra se encuentran maneras para que el hombre incremente su vigor con alimentos como la leche y la miel, reconocidos por sus beneficios energéticos. Otras culturas buscaban más bien una analogía entre diferentes elementos y el órgano masculino como la zanahoria y los espárragos y con el femenino como las ostras o las almejas.
El escritor estadounidense Henry Miller aseguraba en su obra Tropic of Cancer que "el mejor afrodisiaco, es la inteligencia de una mujer". Aunque no lo dice expresamente, se supone que para una mujer el mejor afrodisiaco será la inteligencia de un hombre.
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