divendres, 20 de maig del 2011

Italia no es país para la talla 44 La organización del certamen baja de la pasarela los diseños de la firma Elena Miró, especializada en tallas grandes

El escándalo está servido de nuevo. Si hace cinco años la firma Elena Miró batalló hasta conseguir que sus vestidos para mujer a partir de la talla 44 subieran a la pasarela, ahora, la misma Cámara de la Moda Italiana que lo autorizó decide anular su presencia, por cuestiones estéticas: sus patrones, dicen, se apartan de "los normales".

En el 2005, Mauro Davico, director de comunicación de Elena Miró, peleó hasta conseguir que la prohibición le llegara por escrito, para poder manifestar su protesta. Coincidió con la época en que el Ministerio de Sanidad italiano saco a relucir el problema de la anorexia en las modelos, un carro al que se apuntó la Fashion Week de Madrid pesando a las chicas y midiéndoles la masa muscular, una maniobra publicitaria que ayudó a promocionar la pasarela española, que nunca gozo de tan espectacular publicidad, aunque por causas ajenas a los creadores. Forzada por las circunstancias, la Cámara de la Moda Italiana accedió a que Elena Miró cerrara los desfiles de Milán, y con gran éxito.

Desde ese año 2005 las creaciones de Miró han logrado gran éxito en 35 países (en Barcelona está en Travessera de Gràcia, La Roca Village y Pedralbes Center), y ha hecho de sus modelos, Crystal Renn, autora del libro Hungry (hambrienta), subtitulado Memorias de una gorda, y Lizzie Miller, unas estrellas. La resolución de Mario Boselli, presidente de la Cámara de la Moda Italiana, deja fuera del circuito a la mujer mediterránea, la que tiene curvas. De hecho, la colección de Miró del 2005 se denominó Curve-à-porter, broma a partir del prêt-à-porter habitual.

Las curvas aparecen progresivamente a medida que el cuerpo madura: cada década las redondeces se recrean en las siluetas, especialmente en las caderas y las nalgas de las señoras, esas mismas que los italianos lanzaron al mundo como Maggioratas, idealizadas por el cine con esculturas como la Loren, la Lollobrigida, o la Pampanini, iconos que hoy no tendrían qué ponerse. Parece que la idea general es que en la moda, hoy, el componente gay manda mucho más a la hora de dibujar unos trapitos que siempre quedan mejor en un esqueleto sin armar que en un cuerpo de mujer hecha y derecha. Así que esta mañana Miró presenta sus diseños, a las once, pero fuera de la feria, en la Escuela Militar.

La talla 44 no ha muerto, ni morirá, aunque el golpe ha sido rastrero y vulgar, sucio y nada elegante, y menos viniendo de la cuna de la estética. Miró se ha quedado triste. Ha hecho declaraciones, pero lo peor queda en su casa, en Alba, un pequeño y bello pueblo del Piamonte, de 35.000 habitantes, en el que la mitad de la población trabaja para su familia, los Miroglio, y la otra para los Ferrero (Rocher, Nutella y otros). La renta per cápita de Alba se sitúa entre las más altas de Italia, no en vano sus otros dos tesoros son el Barolo, vino tan bueno como caro (considerado el mejor vino del país), y la trufa blanca, más cara todavía. Para colmo de males Alba está hermanado con Sant Cugat del Vallès, con lo que la afrenta italiana nos afecta pero más directamente. Urgen medidas. Y que coja quien corresponda una cinta métrica notable: agárrense que vienen curvas.

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